En los últimos años, hemos podido observar un resurgimiento evidente del género de terror. Al igual que sucedió durante los años setenta con el cine norteamericano, el cine japonés se abrió paso en todo el mundo a principios del nuevo siglo. Estas pequeñas y humildes producciones recuperaban el miedo y la tensión de lo que no sale en la pantalla. La imaginación del espectador siempre es más sofisticada que cualquier efecto especial.
Desde el cine español, caracterizado por la falta de recursos, se tomó como una máxima esta forma de hacer cine. Y triunfó. Gracias al terror psicológico se consigue un estilo austero y elegante en el que los actores y el escenario retoman el protagonismo frente a los monstruos sin alma fabricados por ordendor. Esta situación hace necesario un especial cuidado en la selección de los ambientes, teniendo en cuenta cada detalle. No puede haber nada fuera de lugar. Todo tiene que estar bajo control para que la atención del espectador no se desvié y decaiga la tensión.
Cuando empezamos a rodar Los Ajos Quemados, no teníamos clara la orientación temática del film. Sabíamos que era una película histórica; sabíamos que se contaba una historia dramática, pero no éramos plenamente conscientes del ambiente que le estábamos dando. Todo el metraje está impregnado de una pátina extraña que contagia a las situaciones y a las personas. No se trata de algo palpable, sino de una bruma invisible que ha dado un carácter propio a las imágenes. Y esto es muy interesante.
Es interesante porque no nos habíamos planteado hacer una película de miedo y, aunque tampoco pueda integrarse plenamente en el género, nadie puede negar que hay algo más. En El envés, desde el relato original, sí se intenta dar una visión cercana al cine de terror. Sin embargo, en Los Ajos Quemados, esta condición nace de la impregnación inexplicable que ha adquirido al unir todas las piezas.
Por lo tanto, es difícil responder a la pregunta de si estamos ante una "peli de miedo". Hay tensión, hay situaciones sorprendentes y extrañas (incluso grotescas) y, si hay miedo, este surge de un todo que no alcanzamos a comprender. Quizás aquella época fuera así. Quizás las gentes eran tan extrañas y los lugares tan inquietantes. Quizás el mundo todavía tenía algo de mágico.
(Y nosotros hemos sabido recuperarlo).