Ahora tú eres Joaquín Maroto. Mírate las manos. Ya no son las tuyas, están cubiertas de barro y cortadas por el frío. Sigue subiendo, estás viendo la vuelta azul de los puños de tu uniforme de la Marina. Sin saber por qué (quizás porque ya no eres tú), sientes un extraño orgullo al descubrir unas medallas prendidas de tu pecho. Una en particular llama tu atención y la tomas en tu mano. Estás sólo, frente a un río mientras te acecha una noche helada y húmeda. Tus ojos ya no ven una pantalla de ordenador, sino la orilla de enfrente. Sabes que es ahí a donde debes llegar. Vuelves a bajar la vista a la medalla y lees la inscripción de su reverso. La dices en voz alta: "La patria, al valor y la constancia". Te acabas de oír y tu voz tampoco es la tuya. Es un sonido profundo. Tus labios luchan por volver a pronunciar una palabra; la última. Y no puedes evitarlo: "Constancia", dices.
Y de pronto caen sobre ti todos los sonidos del atardecer. Los pájaros, las ranas, algún grillo y el imparable fluir del agua. Miras hacia el cielo y ves las primeras estrellas destellando tercas antes de su hora. La luna se refleja ya en las verdes y oscuras aguas del río. Sabes que vas a meter los pies y luego todo tu cuerpo en esa masa gélida. Pero lo peor no va a ser entrar. Lo peor es lo que vas a ver bajo el agua y la terrible verdad que no querías asumir...
Ya sabes, ahora eres Joaquín Maroto. Ven a comprobarlo en Febrero de 2oo8. No dejes que el miedo y la superstición sean los únicos que escriban la historia. Tú, ahora, también formas parte de ella.