Suelo empezar mis artículos hablando del cine, de la ilusión que genera, de cómo se implican las personas sin ningún tipo de afán de protagonismo. No obstante, en esta ocasión, no puedo ser más que sincero. Y, por extraordinaria similitud, la sinceridad puede confundirse con la crueldad.
Los ajos quemados es nuestro primer gran proyecto cinematográfico, lo que no nos sitúa en muy buena posición para negociar con productoras. Sin embargo, nosotros no pretendíamos negociar con ninguna productora, sino que apareció ella sola. Apareció tal y como desapareció: de la nada a la nada. Y eso que lo prometían todo.
Tal vez fuera nuestro excesivo entusiasmo lo que nos llevó a creer en los retorcidos delirios mentales de nuestros queridísimos pseudo-ayatolás particulares. Estos hombres recios, de modos toscos y fantasías grandilocuentes, ya le habían dado una serie de televisión a Joaquín Maroto y lo único que hemos obtenido hasta el momento ha sido un trípode roto.
El caso es que la palabrería es tentadora, aunque venga de gentes extrañas. Los sueños son fáciles de leer en nuestras caras y la tentación de apuntarse un tanto sin aportar nada es irresistible. Bien, lo admito; les creímos. Nos ilusionamos y les dimos de comer. Y no poco. Todos sabemos que los productores, cuanto menos contribuyen, más consumen. El atascaburras es su néctar y su ambrosía. No conocen la moderación en ningún sentido.
Llegados a estas alturas, no quiero ser hiriente. La película ha salido pese a ellos y el mérito es más nuestro. No está bien vender aire a precio de oro. No está bien ser una cosa para olvidar o para recordar lo que debemos evitar. Que conste que no les guardamos rencor, porque son divertidos. Porque ahora nos reímos y porque, si Vicente Navarro finalmente hace el cómic del rodaje, serán nuestros Hernández y Fernández.
Sólo me queda prevenir a los futuros cineastas. Tened cuidado. Son altos, grandes, llevan largas barbas y horribles jerseys verdes. Hablan muy alto, no sólo a ti. Hablan para ser oídos, no escuchados. Dicen lo que quieres oír y no escatiman en promesas incumplidas. Pero, sobre todo, son prescindibles.
Puede que nunca hayan cumplido sus sueños.
Mejor que dejen de helarle los sueños a los demás.
2 comentarios:
Creo que es el mejor artículo que has posteado en el blog. Yo quiero escribir como tú.
Lo del tebeo puede que se materialice. Ya veremos...
Muchas gracias, vicente. Me alegro de que seas tú quien me lo diga.
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